Por: Charly Martínez
Toledo
María Elena Walsh, en una entrevista concedida a Mempo
Giardinelli, menciona estos cinco elementos ineludibles que todo cuento para
chicos debe poseer: “acción, mucho humor, gracia, juego con el lenguaje,
sentido del disparate…” (la autora advierte que existen más, pero que no puede
enumerarlos a todos exhaustivamente); luego, respondiendo a otra pregunta –tan
aguda como académica del notable escritor argentino-, esta vez respecto a la
fama, afirma: “la única complacencia que
me importa es la de los chicos, pues escribo para ellos” (Tomado de “Así se
escribe un cuento”. Mempo Giardinelli. Editorial Punto de lectura). Ahora bien,
los relatos que conforman “Andrea y la piedra brillante ” del
joven escritor Christian Urrutia López se acomodan muy bien a estos alcances,
con la acción bien dosificada, manteniendo el interés del lector a lo largo de
todas las historias, ensayando una saludable hilaridad, a su vez envuelta en un
nimbo de inocencia (obsérvese en “Andrea y la
piedra brillante”, la escena donde los compadres Leonardo y Juan se
revuelcan histéricos en el borde de la carretera; o a la tortuga Pochita atravesando aquella especie de odisea urbana, con estadías tanto en las
manos de un mototaxista, un balde con agua, una camioneta frutera y,
finalmente, puesta a la venta por un chiquillo cerca a las galerías de El Mercado
Central). Ambos cuentos, pues, se hallan sometidos al más fresco humor. La
gracia, los juegos con el lenguaje y el sentido del disparate son también elementos
con los cuales cuenta el libro y dejo a la agudeza del lector descubrirlos.
Respecto a la segunda respuesta de la autora argentina,
referida al público al cual van dirigidos sus escritos, apuntaré que Urrutia en
esta entrega no solo escribe para los
pequeños, sino también para el resto, conformado por los de más edad, ávido
por encontrar historias frescas, bien escritas. En suma, que buscan
sorprenderse (como me ha sucedido) con algo
nuevo en la joven literatura peruana, apuntando al blanco con tramas
sencillas pero nada triviales, no descuidando el aspecto humano, pues sus
personajes, como cualquiera de nosotros, persiguen esa felicidad que en cierto
momento les resulta esquiva (aquella fatal ambición humana de la que hablaba Schopenhauer)
funcionando esta especie de miedo ante la
adversidad como disparador para la concretización de dicho propósito.
Entre muchos de los logros cabe apuntar que los textos
presentan un corpus o estructura bien
definida (es decir: comienzo, nudo y desenlace) superando a la anécdota, tan manoseada entre los
nóveles escritores peruanos. Además, se emplean las palabras necesarias, como
bien señalaba Andrés Maurois: “Guárdese de lo rebuscado y pedante. Nada echa a
perder más un estilo que la vanidad. Diga simplemente lo que tenga que decir.
Valéry ha dado este consejo: “De dos
palabras, hay que escoger la menor”. Es decir, la menos ambiciosa, la menos
ruidosa, la más modesta. Prefiera siempre la palabra concreta que designa los
objetos, los seres, a la palabra abstracta”. (Tomado del libro “A la caza del
cuento” Selección y prólogo de Roberto Reyes Tarazona. Editorial
Universitaria). En cuanto a la descripción de los personajes, que el autor no
lleva a cabo con minuciosidad, puede pasarse este bache por alto ya que en las
tres historias de “Andrea y la piedra brillante ” impera la acción, es decir no importa tanto como son los personajes
sino lo que hacen, representando esta nueva publicación un acierto dentro
de las letras peruanas. Felicitaciones, Christian, y adelante con los proyectos
narrativos.
Charly Martínez
Toledo
muy linda su obra
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